A propósito de la reciente publicación del índice de competitividad del World Economic Forum (WEF) en el que México se ubicó en el lugar 51 de 138 países, resulta oportuno hacer algunas reflexiones.
Primero los resultados. Con el ascenso de 6 posiciones respecto de 2015, México logró su mejor posición en la historia. Esto quiere decir que México es más competitivo que nunca con relación al resto de los países. También mejoramos en términos absolutos, en una escala de 0 a 7, la calificación del país subió de 4.29 a 4.41, que también es la mejor hasta ahora, lo que significa que tenemos una economía más competitiva que en cualquier otro momento.
Si bien parecerían conceptos abstractos y lejanos a la realidad cotidiana de la población, estos indicadores están compuestos por 12 pilares que agrupan más de 100 mediciones, abarcando desde el marco institucional, hasta la calidad de la educación y que tan innovador es cada país. Se incluyen conceptos tan “terrenales” como el acceso a internet o la incidencia de malaria en la población.
En suma, estas mediciones expresan en un par de cifras el entorno económico y el desempeño de la economía en su conjunto. A fin de cuentas, la competitividad incentiva la productividad, única forma sustentable de atraer inversiones, crear empleos y generar riqueza.
Estos avances no se dan por casualidad, por el contrario, son consecuencia directa de las acciones y políticas emprendidas por cada país. De acuerdo con el reporte del WEF, los principales avances de México tienen que ver con mercados o entornos que fueron objeto de reformas estructurales aprobadas recientemente.
De entre los 12 pilares del WEF, los tres con mayor avance, Eficiencia en Mercado de Bienes con 12 posiciones, Desarrollo del Mercado Financiero con 11 posiciones y Eficiencia del Mercado Laboral con 9 posiciones, fueron impulsados por las reformas de Competencia Económica, Financiera y Laboral respectivamente.
Dentro de las más de 100 mediciones específicas, por ejemplo, la Reforma Educativa nos permitió ascender 11 lugares en Calidad del Sistema Educativo y 8 en Ciencias y Matemáticas. La Reforma Energética nos impulsó 12 escalones en Calidad del Fluido. Gracias a la Reforma Financiera ganamos 35 posiciones en Accesibilidad a Servicios Financieros y 32 en Acceso a Préstamos.
La nueva Ley de Competencia Económica permitió que avanzáramos 46 puestos en Efectividad de la Política Antimonopolios, mientras que con la Reforma en Telecomunicaciones México ascendió 30 posiciones en Suscriptores de Internet Móvil y 13 sitios en Población que Utiliza Internet. De igual forma, la Reforma Laboral hizo que mejoráramos 39 lugares en Flexibilidad de Salarios, 11 en Prácticas de Contratación y Despido y 7 en Remuneración a la Productividad. Todo esto en un período de 2 años.
Como Secretario del Ramo me toca destacar que si bien los avances en competitividad explican en parte los buenos resultados del Turismo, a su vez la pujante industria turística ha contribuido a elevar dicha competitividad, es decir, hay una mutua retroalimentación entre ambos.
La variedad, calidad y vanguardia en los servicios turísticos, sin duda contribuyeron al ascenso en los pilares de Eficiencia en el Mercado de Bienes y Servicios, Sofisticación Empresarial e Innovación.
Asimismo, la intensidad en mano de obra y la empleabilidad de mujeres en el Turismo contribuyeron a los 9 lugares de ganancia en el pilar de Eficiencia del Mercado Laboral. Por último, al ser un sector que crece a un ritmo casi del doble que la economía, el Turismo contribuyó al aumento de 5 puntos en el pilar de Entorno Macroeconómico, que incluye varias mediciones que involucran al PIB.
De todo lo anterior podemos concluir que la apuesta de la actual Administración por reformar la economía rinde frutos concretos y beneficios tangibles para toda la población y también que el Turismo ha jugado un papel fundamental en el desarrollo de México, convirtiéndose en un impulsor de la competitividad del país y motor de crecimiento.
Por ello es indispensable redoblar el impulso al Sector; conformarse con los éxitos obtenidos o escatimar recursos sería poner en riesgo el círculo virtuoso entre competitividad y turismo, el cual  persiste a pesar de un entorno global complicado.

 

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